La bioenergía de la UE desde una perspectiva de eficiencia de los recursos es el título del reciente informe de la Aema, que ahonda en la necesidad de que la energía producida con biocombustibles sólidos y líquidos tenga en cuenta los criterios de eficiencia que marca la UE. “Esto significa reducir el uso de tierras y otros recursos necesarios para producir cada unidad de bioenergía y evitar daños al medio ambiente”, sentencia la Aema. De acuerdo con el análisis que hace, el uso más eficiente tiene lugar en los procesos de producción de calefacción, electricidad y biocarburantes de segunda generación. Por el contrario, sobre los de primera generación, en concreto biodiésel de colza y bioetanol de trigo, afirman que “presentan un uso menos eficiente de los recursos”.
Según el informe, la generación de electricidad a través de la combustión directa de biomasa alcanza una eficiencia que va del 30 al 35 %, mientras que su quema para producir calor llega al 85 %. También subraya que los diferentes sistemas de cultivos energéticos pueden variar igualmente la productividad, así como el impacto ambiental. “Los sistemas de alto rendimiento con una conversión eficiente pueden entregar más de veinte veces energía en comparación con los sistemas ineficientes de bajo rendimiento, usando la misma superficie de tierra”, añade el informe.
Peros a la plantación de árboles con fines energéticos
Energía y Celulosa (Ence), el principal productor de electricidad con biomasa en España, ha salido al paso del trabajo presentado por la Aema y manifiesta que “la generación de energía renovable con biomasa de residuos forestales y cultivos es la tecnología energética que más contribuye al cuidado y mejora del medio ambiente”. En cuanto a su producción, afirma que ha logrado un aumento del 21 % en la eficiencia de la generación con biomasa, que en sus últimas plantas llega al 34 %. Además, añaden que trabaja actualmente en un proyecto de I+D que le permitirá alcanzar rendimientos del 37 % en su nueva generación de plantas de energía.
En el informe de la Aema advierten de que “la proliferación del uso de árboles con fines energéticos puede tener un efecto negativo sobre el clima, debido al largo tiempo que necesitan durante su crecimiento para volver a capturar el CO2 que se libera tras su quema para obtener energía”. Esta "deuda de carbono" se evitaría, según el informe, si se utiliza otro tipo de biomasa forestal, como ramas sobrantes de la explotación forestal o subproductos de desecho de la producción de madera y papel. “El uso de desechos orgánicos y de residuos agrícolas y forestales es más eficiente que muchos otros tipos de materia prima, ya que no añade presión sobre los recursos de tierras y agua y ofrece un ahorro muy alto de los gases de efecto invernadero”, apostillan desde la Aema.
Apuesta por los cultivos de rotación corta
Por otro lado, se insiste en que la actual política sobre bioenergía en la UE aborda sólo en parte los impactos ambientales potencialmente adversos derivados del uso directo de tierras, incluyendo cambios en la gestión de las mismas. La Aema reclama medidas que ayuden a reducir esos impactos, sobre todo los relacionados con los recursos hídricos y la biodiversidad agrícola, y la implantación de cultivos de rotación corta, ya que la actual combinación de los existentes no es favorable para el medio ambiente. Según el informe, los países con mayor potencial de generación de bioenergía a partir de la agricultura en 2020 son Francia, Alemania, España, Italia, Polonia y Rumanía.
Ence es también el principal propietario y gestor de biomasa forestal destinada a producir electricidad en España. Por este motivo, señala que “el cultivo energético con periodos de corta de tres a cuatro años y cercano al emplazamiento de la generación, como realiza Ence, ofrece un mejor balance en la captura de carbono y, por tanto, una mayor contribución a la mitigación del calentamiento climático”. También defiende que su modelo de cultivo energético permite la puesta en cultivo de tierras en desuso, “con un eficiente aprovechamiento y ahorro del agua mediante la utilización de sondas subterráneas para el control de la humedad del suelo y de los abonos aportados para no desperdiciar agua ni alterar las capas freáticas”.
También se aborda el cambio indirecto del uso del suelo
El polémico tema del cambio indirecto del uso de la tierra también está presente en el trabajo que acaba de presentar la Aema, ya que, según esta, “puede anular cualquier ahorro de los gases de efecto invernadero procedentes de la producción de biocombustibles basados en cultivos energéticos”.
Por último, Hans Bruyninckx, director ejecutivo de la Aema, afirma que “la bioenergía es un componente importante de nuestro mix renovable, que ayuda a asegurar un suministro estable de energía, pero el estudio pone de relieve el hecho de que la biomasa forestal y las tierras productivas son recursos limitados, y forman parte del ‘capital natural’ de Europa”. “Es esencial –apostilla– que consideremos cómo podemos utilizar los recursos existentes de manera eficiente, antes de imponer demandas adicionales a la tierra para producir energía”.