La pasada semana, Energías Renovables se hacía eco tanto de la publicación en Nature Climate Change del estudio Impacts of biofuel cultivation on mortality and crop yields, como de la presentación del mismo que se hacía en una noticia de la agencia Reuters. En él se concluía básicamente que la emisión masiva de isopreno debida al incremento de los cultivos forestales para biocombustibles aumentaría la producción de ozono atmosférico, y que este podría provocar la muerte prematura de hasta 1.400 personas al año en Europa a partir de 2020. La reacción del sector bioenergético no se ha hecho esperar; primero en nuestra propia web, como comentario a la noticia, y segundo con una detallada contestación de Bioenergy Crops.
Esta multinacional con sede en Newcastle (Inglaterra), especializada en el desarrollo de cultivos energéticos, ha emitido un comunicado en el que critica el excesivo alarmismo que conlleva el estudio y la difusión del mismo y responde con seis puntos concretos donde señala las lagunas o directamente fallos del trabajo. De entrada, recuerdan que está basado en otro estudio anterior del mismo grupo de científicos (Impacts of near-future cultivation of biofuel feedstock on atmospheric composition and local air quality).
No se tienen en cuenta diferentes biomasas, tierras, logísticas y tecnologías
En el primer punto, Bioenergy Crops resume gran parte de su argumentario: las comparaciones del ciclo de vida completo con otros combustibles son pobres al no tener en cuenta el impacto de todos los cultivos tradicionales que se sustituirían, las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) que se evitan al utilizar biomasa de plantaciones en lugar de carbón o gasolina, los impactos a la atmósfera de los combustibles fósiles, la discriminación entre tierras productivas y marginales, las diferentes cadenas logísticas, las tecnologías a aplicar o la eficiencia en los procesos de conversión de biomasa en energía.
En el segundo punto se insiste en el error de generalizar las conclusiones cuando se hace poca diferenciación entre cultivos, tecnologías, logística y lugares de producción. Citan la omisión comparativa entre biocombustibles líquidos y sólidos, cultivos anuales y perennes y procesos como gasificación, combustión o fermentación de la biomasa. En tercer lugar, tampoco ven correcto determinar que los objetivos de la Unión Europea se cumplirán solo con plantaciones que sustituyan a cultivos tradicionales, y hacen mención a los terrenos marginales donde también se pueden cultivar. Critican igualmente en un cuarto punto que se equiparen los niveles de fertilización en todos los casos (cereales, árboles de ciclo corto, maíz, etc) sin considerar lugares, suelo, condiciones climáticas, productividad y riego.
¿Por qué no se compara con los impactos de los combustibles fósiles?
En cuanto al impacto de las emisiones de isopreno, critican que “el informe no demuestra por qué o cómo se producirían esos impactos; sólo se parte de suposiciones y de modelos que simulan muertes y pérdidas económicas”. En relación al último punto, Bioenergy Crops redunda en la ausencia de datos derivados de la sustitución de combustibles fósiles por cultivos energéticos, y destaca que, si los primeros se redujeran, también sería menor la formación de isopreno, entre otros muchos impactos, como los relacionados con el cambio climático. Uno de los responsables del estudio, Nick Hewitt, declaró a Reuters que no estaban en condiciones de hacer esa comparación global con los combustibles fósiles en materia de efectos sobre la salud y el entorno.