“Europa dispone de suficiente grano para cubrir sus necesidades de alimentos y carburantes”. Robert Vierhout, secretario general de la European Renewable Ethanol Association (ePURE), ha vuelto a salir al paso de las declaraciones que achacan a los biocarburantes importantes responsabilidades en la nueva subida de precios de los alimentos. La nota de prensa hace referencia al mercado europeo, pero la batalla se libra a nivel mundial, y muy especialmente a raíz de la sequía que padece los Estados Unidos, que ha mermado sustancialmente la producción de maíz, cada vez destinado en mayor proporción a la elaboración de etanol. Además, Europa (y España es un ejemplo) fabrica biocarburantes principalmente con materias primas importadas y, cada vez más, importa el biodiésel y el bioetanol ya elaborado.
Las críticas al uso creciente de biocarburantes en el transporte y a los objetivos y ayudas marcados en la Unión Europea y EEUU, a las que contesta ePURE, habían tenido hasta la fecha extraños compañeros de cama, como ecologistas y petroleras, bien es cierto que por motivos diferentes. Este verano se sumó a este bando el presidente de una multinacional de la alimentación que recibe continuas críticas de grupos ecologistas y de ayuda al desarrollo por algunas prácticas poco respetuosas con el entorno y las personas. Peter Brabeck-Lemathe, presidente de Nestlé, pidió terminar con el uso de alimentos en la producción de biocarburantes, aunque matizó que “esto no significa que se eliminen completamente, sino que los productores deberían utilizar otras materias orgánicas".
Diversificar más la producción de biocarburantes
Brabeck-Lemathe recurría a argumentos parecidos a los que Lourdes Benavides, portavoz de Intermón Oxfam en España, esgrimía días antes en una nota de prensa difundida en nuestro país: el problema reside en que casi la mitad de la producción de maíz de Estados Unidos y el 60 por ciento de la colza europea se utiliza en la producción de biocarburantes. A principios de agosto, Intermón Oxfam presentó un informe sobre las consecuencias catastróficas que puede tener para los países en desarrollo el incremento de los precios de alimentos básicos como el maíz, la soja y el trigo. La sequía aparece como el principal culpable, pero “otro factor importante para este repunte de los precios se encuentra en las irracionales políticas de utilización de agrocombustibles”, aseguraban desde la ONG.
Para emborronar aún más el debate, algunos quisieron ver también un ataque a los biocarburantes (y los biocombustibles en general) en declaraciones de miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). David Hallam, director adjunto de Comercio y Mercados de la FAO, matizó a Reuters que lo que pretende este organismo es “relanzar el debate sobre la política global de biocombustibles y analizar alternativas para hacer a este mercado más flexible, con el fin de reducir el riesgo de una nueva crisis alimentaria”. Algunos analistas consideran también un error que la producción de biocarburantes se centre en unas pocas materias primas compartidas con la alimentación (maíz, trigo, caña de azúcar, soja, colza y palma) y no se aprovechen otros recursos. Se pide igualmente que se incremente la producción de carburantes por tonelada de grano y que se logre una mayor eficiencia en el consumo de recursos, agua y energía principalmente. En ePURE afirman que Europa es menos dependiente de un cultivo que EEUU.
En el comunicado de ePURE afirman que penalizar a los biocarburantes es la opción más fácil. “Si los políticos quieren de verdad atajar la volatilidad de los precios de los alimentos –prosiguen– deben ir a las causas fundamentales de la inflación, como el precio del petróleo, la especulación financiera en torno al mercado de alimentos y la creciente comida que se desecha”. Vierhout concluye que “resulta increíble que se culpe de la crisis alimentaria a los biocarburantes mientras Europa tira el 50% de sus alimentos”.