“El programa Energy Star genera un enorme retorno a la inversión”, afirma Steven Nadel, director Ejecutivo del Consejo Americano para una Economía Eficiente en Energía (ACEEE) e impulsor del certificado. “No podemos estar más en desacuerdo con que deje de ser financiado con fondos públicos”.
Energy Star se inició en 1992 bajo la presidencia de George H.W. Bush y desde su creación ha recibido fuerte apoyo bipartidista. Se trata de un programa voluntario de reconocimiento de la eficiencia energética en la edificación, que estimula la fabricación y compra de equipos y de edificas certificados con su etiqueta, la cual goza de un importante reconocimiento en EEUU, según explica Nadel.
Más de 16.000 minoristas, fabricantes, contratistas y otros sectores vinculados a la edificación trabajan con el programa, que ha certificado, desde su inicio hasta 2015, más de 70 categorías de productos, lo cual ha contribuido a su venta masiva. Aproximadamente 1,8 millones de nuevas viviendas certificadas con Energy Start han sido construidas, y los propietarios de casi la mitad del espacio comercial estadounidense (450.000 edificios) han comparado el uso energético de sus edificios con Eergy Star Portfolio Manager ®.
Además, las familias y las empresas han ahorrado más de 400 mil millones de dólares desde el inicio del programa; solo en 2015 el ahorro fue 34 mil millones, asegura Nadel. “Todo esto con un presupuesto de unos 50 millones de dólares al año”, destaca el Director Ejecutivo de ACEEE.
Razones para el no
Pues bien, ese es el programa que quiere eliminar ahora Donald Trump. Según publica la prensa estadounidense, los funcionarios de la nueva administración han sugerido que el sector privado o una organización se haga cargo de la administración y la financiación de Energy Star. Algo que Nadel considera un disparate.
“En primer lugar, Energy Star se basa en el reconocimiento público y la confianza. Quien dirige el programa necesita ser bien reconocido por el público y también percibido como no sesgado. La mayoría de las organizaciones y las empresas no tienen este reconocimiento público, y las empresas privadas o asociaciones comerciales probablemente no serán vistas como imparciales”, destaca.
Otro problema es que mientras que 50 millones “no es mucho dinero para el gobierno federal, si lo es para la mayoría de las organizaciones, incluidas las empresas más grandes”. Además, se trata de un presupuesto anual, “y mantener este nivel de interés en el sector privado durante muchos años podría ser difícil”.
Según Nadel, hay basntantes más motivos para rechazar la propuesta de Trump, como el hecho de que Energy Star dependa del trabajo técnico de otras agencias federales. Agencias como el Departamento de Energía, cuyo presupuesto también está amenazado.